La voz está profundamente conectada a nuestro ser más íntimo. En el ideograma para desempoderar a un colectivo está como parte primordial arrancarle la voz, silenciarla. La historia de las mujeres conoce bien esta realidad y cualquiera de nosotros puede haberlo experimentado de más o menos cerca.
La voz está aspectada de diferentes maneras en Donas: como cántico colectivo, mantreado caóticamente en un balbuceo silábico que pretende conectarse a una realidad pre y transpersonal. Como gritos muteados que parecen abarcar la musculatura más profunda de nuestro cuerpo, incluso pueden alcanzar emociones latentes en nuestro sistema psicosomático. Como susurros, como palabras residuales del inconsciente en secciones con menos peso, menos terrenas. Como gestualidad de las palabras no pronunciadas, acentuando las fuerzas musculares que se activan con la dicción, observamos que densificando la propia dicción se extiende una arquitectura específica que conecta con capas musculares más profundas que a su vez nos pone en relación con una emocionalidad pura y honesta, lejos de los subterfugios de nuestros discursos más superficiales.
No podemos hablar de la voz sin hablar del silencio. Ni diríamos que tampoco podemos hablar del silencio sin hablar de la quietud ni de la respiración. Nos extenderíamos mucho en la información pero podemos compartir que a o largo del artesanal diseño de este texto coreográfico se ha intentado que no quede compresión ni aire o intervalos sin conexión ni dentro de los cuerpos de las bailarinas mientras lo ejecutan ni en el tejido espacial e interconexiones entre el cuerpo de baile. Que no queden espacios sin soltar o sin tomar cuando corresponda. Bien mediante la voz, bien mediante el movimiento, bien mediante el silencio o bien mediante el contacto. Llegar a la quietud con un recorrido cardiovascular pequeño sería forzar la calma así como llegar al silencio o a la tranquilidad del ritmo respiratorio sin haber sacado sonido de nuestra corporeidad sería algo callado, no silencioso, cualitativamente perceptible para cuando lo vayáis a presenciar.
Así que podríamos concluir que la voz acompaña el texto coreográfico junto con la respiración, trasladando parte del simbolismo desde un lugar casi pre o transpersonal y ayudando a liberar y establecer un equilibrio orgánico en los cuerpos de las bailarinas para poder alcanzar estados de calma y quietud en el transcurso de la obra, para que el viaje sea real, no ficticio ni impostado.
Os invitamos a acompañar estas realidades desde la butaca siendo conscientes de vuestra respiración en algún momento que sintáis.
Texto de @albafelpete